lunes, 28 de abril de 2014

¿Por qué es tan difícil llamarlo violencia de género?

Activistas de la ong KAFA protestan contra los cambios en la primera Ley de Violencia Doméstica en Líbano. (KAFA/Facebook)

Menos de dos meses en Líbano dan para un catálogo de horrores. En febrero, Christelle Abu Shacra murió envenenada con insecticida el día de los enamorados. Ni una semana después, Manal Assi fallecía en el hospital después de que su marido le apalease con todo instrumento de menaje que fue encontrando por la cocina. En marzo, Rouyiqqa Mounzer, embarazada, fue asesinada de un tiro delante de sus hijos tras pedir por enésima vez el divorcio a su marido. Ninguna de estas mujeres había tenido la posibilidad de denunciar a las autoridades los abusos y malos tratos perpetrados por sus parejas anteriormente. Líbano carecía hasta el 1 de abril de este mismo año de cualquier mecanismo legal específico para proteger a las mujeres de la violencia doméstica.

La nueva Ley para la Protección de las Mujeres y otros Miembros de la Familia de la Violencia Doméstica, aprobada este mes, ha supuesto el espaldarazo definitivo a una lucha de casi diez años desde que comenzasen las primeras campañas a favor, en un país donde los abusos perpetrados en la intimidad del hogar son considerados un asunto privado. No es un hecho aislado. Líbano es solo el tercer país de Oriente Medio en sacar adelante un texto legal de estas características. Paradójicamente, Arabia Saudí (un país que ha institucionalizado la violación sistemática de los derechos de las mujeres) e Irak (aunque solo en la Región Autónoma Kurda, según Human Rights Watch) ya aprobaron sendas leyes al respecto en 2013 y 2011, respectivamente. En ningún caso, sin embargo, se habla de violencia machista, violencia contra la mujer o violencia de género, algo que hasta en España parece levantar ampollas. En otros países, la situación es (literalmente) más sangrante.

Catar, donde la Ley de Estatuto Personal castiga al hombre que ataque física o psicológicamente a su esposa, establece (en el mismo texto) que es responsabilidad de la mujer cuidar del hogar y obedecer al marido, que puede "castigarla" si no se doblega a su voluntad, como ocurre en los Emiratos Árabes Unidos, donde el derecho a "disciplinar" a la esposa es una prerrogativa legal para un marido. En Jordania, donde se discute la aprobación definitiva del borrador de Ley de Violencia Doméstica redactado en 2008, el Código Penal aún contempla rebajas en las penas por "crímenes de honor". En Bahrein, donde la Ley de Estatuto Personal es solo aplicable en los tribunales suníes, las mujeres de la mayoría chií de la población están totalmente desprotegidas ante la inexistencia de cualquier norma jurídica que regule mínimamente la convivencia familiar.

"La ley libanesa sobre violencia de género finalmente reconoce que las mujeres sometidas a abusos por sus maridos y familias necesitan protección y recursos legales", ha admitido la investigadora para Derechos de la Mujer en Oriente Medio y el Norte de África de Human Rights Watch, Rothna Begum, que también reconoce "serios defectos". "La nueva ley es un paso", concede Maya Ammar, representante de KAFA, la ong libanesa impulsora de la ley, "pero nos preocupan las peligrosas enmiendas introducidas".
Tras cuatro años de debate desde que se aprobase el primer borrador en 2010, la ley ha perdido fuerza desde el título, que se ha alterado para incluir a otros "miembros de la familia", obviando, según Ammar, la perspectiva de género. "Ya no es una ley específica para las mujeres", reprocha, "¿por qué es tan difícil llamarlo violencia de género?". Además, ha dejado por el camino algunas de las enmiendas propuestas por Kafa y que, según la organización, habían recibido el respaldo de los parlamentarios antes de someter el texto definitivo a votación.

En primer lugar, la ley excluye, a petición de diferentes líderes religiosos, la criminalización de la violación marital de forma específica. Más bien lo contrario. El texto contempla penas económicas y de prisión ante el uso de la violencia, física, psicológica o verbal, además de las amenazas, ante el reclamo del "derecho marital al coito". Precisamente es este el punto más espinoso. Ningún país de Oriente Medio que condene o no la violencia doméstica de algún modo, criminaliza la violación dentro del matrimonio. Es, simplemente, algo que ni se discute en virtud de la sagrada misión procreadora del matrimonio. "Es algo muy peligroso", puntualiza Ammar, "ya que establece que las relaciones sexuales son un derecho que el hombre puede exigir a su esposa". "En muchos casos, las mujeres ni siquiera son conscientes de que su marido les viola", explica, "no son conscientes de que se pueden negar a mantener relaciones o a no hacer algo que su marido les pide y, en realidad, no quieren hacer".

El texto tampoco consigue imponerse al sistema sectario que rige la vida familiar y que otorga a las distintas comunidades (musulmanes, cristianos, judíos o drusos, en Líbano existen hasta 18 confesiones legalmente reconocidas) la última palabra en materia de divorcio, custodia, herencia o matrimonio, por lo que falla, por ejemplo, en prohibir la poligamia y el matrimonio infantil (cada secta determina la edad mínima para casarse) o en asegurar a la mujer la misma capacidad que el hombre para pedir el divorcio.

Sí contempla la creación de una sección específica para la investigación de abusos denunciados por mujeres en cada distrito judicial y garantiza la concesión de órdenes de restricción contra presuntos maltratadores, algo que ya implementaba la ley saudí, al igual que la obligación de denunciar cualquier abuso o maltrato del que se sea testigo o se tenga conocimiento, en privado o el público, un enorme paso dado que, a menudo, el supuesto respeto al ámbito familiar o privado se utiliza de coartada para todo tipo de tropelías. "Ahora hay que ver cómo se cumple", recela Maya Ammar.

Fuente: El País

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